viernes, 31 de enero de 2014

30 / 01 / 2014 - Once patas

Examen al día siguiente, ¿nervios? ¿estrés? ¿sueño? ¿ansiedad? ¿inseguridad? ¿disfunción eréctil? ¿gripe porcina? Nada de eso, a dormir suficientes horas para rendir en el día, ducha, almuerzo, repasar unos 10 minutos y adiós.

Día intensivo de Teatro, no teníamos nuestra aula de siempre, sino que usamos el escenario de la futura obra que vería por la noche. Fue una clase de Teatro algo diferente y mucho menos dinámica (para una vez que me pongo ropa cómoda y ajustada como Juan bien nos recuerda cada semana...), apenas movimiento y mucha interacción vocal. Éramos bastantes, ya que además de haber gente nueva, se mezclaron de los dos grupos porque no había clases el viernes. Hicimos un juego de conocer a nuestros compañeros, preguntándonos de todo para saber responder cualquier pregunte que nos hagan sobre ellos, hasta ahí bien hasta que te preguntan el nombre de la abuela materna de la chica que colecciona armas.

Cuando las clases terminaron, muchos se fueron, y sólo quedamos unos siete u ocho, entre ellos Emma, Juan, Alejandra, Bárbara, Gloria y las italianas Flavia y Lucía, ya que a las 9 teníamos que ver una obra de teatro en el mismo sitio. Como nos daba tiempo, fuimos a tomar un café (eso yo, porque todos los demás se pidieron 87 cosas de la carta, mínimo), y como Laura come de manera tan audaz, sin presionarla eh, llegamos puntuales a la función teatral.

Me voy a ahorrar los comentarios sobre la obra ya que este blog no se dedica a eso, sólo diré que estuvo graciosa y me gustó mucho que los tres personajes se incrustaran en el cuadro al final. La obra pertenecía al grupo de 'Tres patas pa un banco'.

Por lo tanto, ¿dónde están las patas que faltan? Si contamos, son ocho, y mientras repasaba por la noche tras volver otros diez minutos, al parecer, un pequeño ser (de pequeño nada, esa cosa medía 12 centímetros) negro y peludo se posó justo cuando iba por la parte del Romanticismo, periodo del que destaca Poe, quizá la araña iba en su búsqueda. Lo que sé es que yo no suelo matar nunca insectos, pero como acto reflejo la pobre araña no acabó muy bien que digamos, si no se hubiera entrometido...

Por la noche, cuando ya estaba en la cama, vino Marta, a decirme que se iba a dormir después de una larga jornada de estudio, ambos teníamos examen al próximo día y esos dos minutos fueron los únicos que nos vimos en todo el día.

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