lunes, 9 de septiembre de 2013

08 / 09 / 2013 - Mi primer día

Eran las nueve de la mañana cuando el móvil sonaba, con su horrenda música no debía de alegrarme su sonar pero ese día mi vida iba a cambiar.

No me desperté solo, fue agradable mi compañía antes de partir, tampoco fui solo, también muy buena la compañía del trayecto y tarde gaditana. Con mi maleta "tonelática" y mis dos mochilas, recién salido de la ducha gracias a la fusión entre un coche y un charco, ahí llegaba yo, al 15 de la C/ San Juan.

A unos pasos de mi bloque de pisos, tan corriente como otro cualquiera, mi compañero el ingeniero informático y asidoniense, Alex, corriendo venía hacia mi, a saludarme, como si de verme se alegrase. Me dijo que dejara mis cosas en el rellano, junto a las suyas, y que aún le quedaban más por sacar del coche, así que fui a ayudarle. Tras eso entendí porque dio tantas vueltas; este chico se había traído todo su cuarto en el coche, que digo cuarto, media Medina se encontraba en el rellano de nuestro bloque de pisos.

Colocadas las cosas, mis bolsas y mochilas quedaban eclipsadas por la cantidad de inventario que este chaval traía. Eran las 10:40 y a las 11 habíamos quedado, la casera y su padre... digooo... marido llegaban algo tarde. Mi otra compañera, Marta, filóloga inglesa un año más avanzada que yo, me dijo en un sms, sí, sms, no tengo "whatsapp", que tardaría algo más en llegar.

Una vez llegados los caseros con sus hijas rubias (igualitas a su abuelo, digooo... padre) y subidas todas nuestras cosas, llegaba Marta, unos diez minutos después. No iba sola, venía con sus padres, bastante majos.

Pago del primer mes, revisión de inventario, muestra de la azotea, bastante grande y con vistas, tiene algo, es mi zona favorita. Marta había sido una chica precavida y trajo bastantes utensilios comunes de limpieza, y como dato de interés, su madre fue la primera en usar y estrenar el cuarto de baño, siendo Alex el segundo, yo el tercero y Marta seguramente la quinta, ¿queréis saber quién fue el cuarto? pues os quedáis con la duda, el próximo 20 de junio lo sabréis.

Tras marcharse los caseros y los padres de Marta, quien se tuvo que ir al rato por motivos médicos, empezamos a colocar nuestras cosas, pero no era la hora más indicada para mí para hacerlo, no al menos la ropa, así que lo dejé todo en la maleta de 90 kilos y sólo coloqué las cosas del baño y algunas cosas puntuales de una de las mochilas.

No me apetecía quedarme en el piso, había traído comida para llevar, así que acompañé a Marta hasta la catedral y de ahí di un paseo enorme gaditano, incluso algo de color he cogido, a las horas volví al piso.

En ese tiempo, Alex había estado intentado alguna manera de tener internet a duras penas, cuya única alternativa fue hacer lo mismo que las antiguas inquilinas norteamericanas, contratar internet a medias con el vecino de arriba, que nos sale a unos 6 euros por cabeza al mes, un chollo.

El vecino de arriba aceptó, cordialmente, se llamaba Santiago y había tomado el sol durante muchas horas sentado, poco recomendable.

Y así quedamos durante toda la noche Alex y yo, compartiendo experiencias y conociéndonos un poco, a duras penas con un internet tortuga al lado de nuestro ventanal del salón, no porque hiciese calor, no, sino porque no había conexión en otro lado de la casa.

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