Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando,
y se quedará mi huerto con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes el cielo será azul y plácido,
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me amaron,
y el pueblo se hará nuevo cada año,
y en el rincón de aquel mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará, nostálgico.
Y yo me iré, y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
Y se quedarán los pájaros cantando
Ese día me había levantado muy temprano también, llevaba una buena racha y estaba empezando a notarlo negativamente ya (tal y como dije, la noche antes me acosté cerca de las 6). Fui a sacar copias de un comentario que tenía que entregar, volví al piso a repasar y desayunar y me dirigí a la facultad a hacer el examen, saliendo de allí sobre las 13.40.
El resto de día ha sido muy pacífico y corriente; Marta ha pasado mucho tiempo fuera, tenía su examen al día siguiente y Alex sigue hablando solo y gritando en su cuarto. Hoy dediqué la tarde a limpiar un poco el piso; barrí todo el suelo, sí, del pasillo también, y dejé la cocina y el baño más limpios y presentables, acabé bastante cansado y sudado, para qué negarlo.
Luego, noche tranquila, medio frito en el sofá, viendo programas sobre el anticristo, siendo el primero Napoleón, luego Hitler y afirmando yo que a parte de Juan Ramón Jíménez, Ana Botella es una buena candidata.
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