En mi gran viejo velero amanecí, reflejado por el eco de los rayos del sol. No me encontraba solo, eramos dos en la tripulación. Mi compañero, no muy avispado, dudaba y dudaba, no sabía si tomar tierras lejanas, debía recoger sus enseres, pero no sabía que día partir, estaba bien anclado a mi hermoso barco.
Tras pensarlo durante horas, decidió partir, dejándome sin compañía en mi velero. Dediqué el día entero a descubrir los misterios que entrañaban aquel buque y encontrar los objetos perdidos y escondidos que se me encargó.
Hasta que entrada la noche, un pícaro marinero en su humilde barca y con una mochila muy llana, vino a visitarme y a pasar la noche, amenizando mi estancia. A la mañana siguiente tuvo que partir, y aprovechando que llevaba el mismo destino, me monté en su barca y a tierras cercanas juntos fuimos.
No sé aún cuando volveré a mi velero ni como, pero espero que sea pronto.
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